miércoles, 28 de mayo de 2008

Cuando el dique seco...

Era una tarde cualquiera. Conducía mientras mantenía una conversación. Trataba sobre nuestros mayores: lo típico, un familiar que se va a llevar a una residencia; algo que desgraciadamente ocurre todos los días pero de lo que probablemente no seamos nada conscientes.
Probablemente también, sea lo mejor. Cuando uno ya no se vale por sí mismo, cuando te conviertes en una carga para los demás, cuando las fuerzas ya flaquean más de lo conveniente y poco te sostiene, cuando tu ciclo vital y el de tus compañeros de viaje haya concluído y el mundo se te vaya y lo mires como a un extraño intruso que ya no te pertenece, entonces, ¿qué?
Y ¿Qué nos quedará para entonces, cuando todo lo que no sea la experiencia de la vida vivida, los recuerdos, las alegrías y las tristezas, lo que hemos conseguido y lo que no, nuestros sueños que pasaron sin conseguirse y los conseguidos etc hayan desaparecido, los hijos sean ya mayores e independientes, ...?
Creo que a lo largo del camino de la vida debemos atesorar todas las vivencias que podamos para que, llegado el inevitable momento de nuestra entrada en "dique seco", no nos quedemos vacíos, huecos o secos, sino que por el contrario podamos sentirnos llenos, en paz con nosotros mismos y los demás, podamos agarrarnos al suave báculo de la vejez y con la sabiduría que solo da el tiempo, no tengamos temor a mirarnos en el espejo porque sabremos que sencillamente podremos sonreir.
Acabo estas reflexiones con una presentación muy adecuada a todo lo dicho pero sobretodo con un consejo: ¡VIVE!