miércoles, 23 de enero de 2008

Adiós, vaquero



No es la primera vez que ocurre y probablemente no será la última, pero en mi caso al menos, no recuerdo algo parecido: esperar un estreno en el que uno de los protagonistas acaba de morir en sospechosas y oscuras circunstancias.

Me pregunto qué sensaciones me producirá cuando lo vea en la pantalla. ¿Sería mejor no ir?

De una cosa estoy seguro: será algo extraño, un poco irreal, y por supuesto de forzada incredulidad: Su último trabajo aún no se ha visto y sin embargo él ya no está entre nosotros. Difícil de asumir.

Y es que el destino o la vida, no sé cuál, de vez en cuando se pasa unas calles y nos ofrece irónicas y espeluznantes situaciones como ésta.

Una pena que, ironías de la vida, su último trabajo sea el del Joker de Batman, porque puede ser que debido a tan trágica coincidencia sea más bien recordado por él que por los anteriores.

En este sentido, parece como si, desgraciadamente, la vida, implacable y ciega en sus acometidas, se hubiera reído de él, como si esa cara desformada de su último papel no fuera sino el fiel retrato de su Hyde interno, del drama de sus últimos días, de su desolado y turbulento mundo interior.

Aquí ante el ordenador me pregunto ¿dónde terminaba el personaje y dónde comenzaba la persona?, ¿dónde la ficción y dónde la realidad?, ¿influyó este último papel en su frágil estado de ánimo?. Preguntas todas que probablemente quedarán sin respuesta y que darán lugar a conjeturas y más conjeturas. En cualquier caso, qué mas da; lo cierto y real es que con Joker, si no, esperemos a verla, esbozó su última más desencajada, delirante y terrible sonrisa.

Descansa en paz Heath, descansa en paz vaquero.

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