lunes, 30 de julio de 2007

Palabras no, hechos

Recientemente he visitado una exposición sobre el Titanic. La exposición, más que datos técnicos del barco, detalles sobre su construcción, lo que supuso para su época, etc, que evidentemente también los aporta, se centra en ofrecernos una visión humana de la tragedia: el relato de su hundimiento a través de las historias personales de su tripulación y de algunos de sus pasajeros.

Aunque todas ellas son terriblemente conmovedoras, realmente cuesta trabajo abstraerse emocionalmente de la narración, la que más me impactó por su ejemplo de heroismo y de sentido del deber y la responsabilidad ante una tragedia y muerte tan cierta como inminente, fue la del primer oficial William McMaster Murdoch (28 de febrero de 1873 – 15 de abril de 1912).

Este hombre, de guardia en el momento de la colisión, lejos de perder la calma, se mantuvo hasta el último momento en su puesto, organizando la evacuación de los pasajeros a los botes que tenía asignados, dando prioridad, como tenían ordenado, a mujeres y niños pero permitiendo luego, para aprovechar más dichos botes, a diferencia de otros de sus compañeros que en la mayoría de los casos no los permitían y los dejaban muy por debajo de su capacidad, también la evacuación de los hombres.

Su temple, calidad humana y profesional, consiguieron arrancar más vidas al desastre del Titanic.




IN LOVING MEMORY



William McMaster Murdoch no pudo salvarse.

Fue una de las 1.513 víctimas que murió aquella noche del 15 de abril de 1912 en las gélidas aguas del Atlántico Norte. Su final es un misterio, no se sabe si se ahogó o si se suicidó (¡en esas circunstancias qué más da!) después de hacer todo lo que pudo, y su cuerpo nunca fue encontrado.

Sirva este sencillo recuerdo como homenaje a él y a tantas y tantas personas, anónimas y no anónimas, que como él han sido, son y serán capaces de estar a la altura de las circunstancias y anteponer si es preciso aun a riesgo de sus propias vidas, las vidas de los demás. Sus ejemplos, sus obras, nos empequeñecen; pero al mismo tiempo, engrandecen al hombre.


NOTA: en la película de James Cameron, el personaje no se ajusta a esta realidad por lo que una vez terminada, parte del equipo se tuvo que desplazar hasta Dumfries and Galloway, su ciudad natal (Escocia), para pedir públicamente disculpas.

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